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Los instantes preciosos de la concentración del niño.

Actualizado: 27 nov 2019

Nos habían hecho creer – también yo lo creía - que los niños eran incapaces de fijar su atención en cualquier objeto por largos períodos. .







Estaba ante mis ojos una niña de cuatro años que, con signos de máxima atención, encastraba cilindros de madera de diferentes tamaños. Los metía en su lugar con atención y cuando ya no había más, los sacaba nuevamente, para introducirlos rápidamente, y continuaba así, sin que se le viera el fin. Comencé a contar. Cuando realizó la actividad por más de cuarenta veces, me puse en el centro e invité a otros niños a cantar, pero la pequeña continuó con su trabajo inútil, sin moverse, sin levantar los ojos, como si estuviera completamente abstraída de todo lo que la rodeaba. En un momento dado se detuvo, se levantó sonriente y contenta, los ojos cristalinos. Parecía alegre y reposada y sonreía como cuando los niños se despiertan de un buen sueño. Desde ahora he observado, con más frecuencia, las mismas manifestaciones. Los niños cuando han cumplido este trabajo recogido aparecen siempre reposados e íntimamente fortalecidos. Pareciera que su alma se hubiera abierto un camino en las fuerzas latentes, develando el mejor lado de su carácter. Se muestran afables con todos, se prodigan para ayudar a los demás, están llenos de deseos de ser

Me pareció claro que la idea del orden y el desarrollo del carácter, de la vida intelectual y sentimental deben derivarse de esta fuente misteriosa y resguardada. Desde entonces, me ocupé de buscar los objetos experimentales que hicieran posible la concentración y además, estudié cuidadosamente el ambiente que presentara las condiciones externas más favorables para esta concentración. Así comencé a crear mi método. Ciertamente aquí está la llave de toda la pedagogía: saber reconocer los instantes preciosos de la concentración para poderlos utilizar en la enseñanza de la lectura, de la escritura, y más delante de la gramática, de la aritmética, de los idiomas, etc. Además todos los psicólogos están de acuerdo en afirmar que existe una sola forma de enseñar: suscitar en los estudiantes el interés más profundo y una atención viva y constante. Por lo tanto, se trata únicamente de esto: utilizar la fuerza íntima del niño para su educación. ¿Es esto posible? No es solamente posible, es necesario. La atención necesita, para concentrarse, de estímulos graduales. Ciertamente aquí está la llave de toda la pedagogía: saber reconocer los instantes preciosos de la concentración del niño para poderlos utilizar en la enseñanza de la lectura, de la escritura, y más delante de la gramática, de la aritmética, de los idiomas, etc. Además todos los psicólogos están de acuerdo en afirmar que existe una sola forma de enseñar: suscitar en los estudiantes el interés más profundo y una atención viva y constante. (MONTESSORI, María, El niño en familia, Ámsterdam, Montessori-Pierson Publishing Company, 2016, p. 32)

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