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Cómo poner límites a los niños de manera positiva

Actualizado: 20 nov 2019


¿Alguna vez has escuchado que prohibir es despertar el deseo? ¡Seguro que sí!Para el cerebro de los niños es difícil decodificar una negación, pero no solo les pasa a ellos; a los adultos nos pasa exactamente lo mismo. Si yo te digo: “No te imagines un elefante rosa con alas”, ¿qué se dibuja en tu mente ahora mismo? Pues eso…Muchas veces a los padres nos preocupa mucho cómo alcanzar el equilibrio entre libertad y límites, porque podemos caer en uno de los extremos:Disciplina sin libertad: represión.Libertad sin disciplina: caos.Pero, tal y como decía María Montessori:

Libertad y disciplina son dos caras de una misma moneda: no puedes tener una sin la otra.

Diferentes modos de educar

Estos dos polos evolucionarían a estilos de autoridad diferentes, y es necesario encontrar el punto en el que nos queremos situar:Permisividad: el padre/madre/educador da al niño una libertad incontrolada, sin límites, normas ni consecuencias, incluso sin actuar ante conductas irrespetuosas o irresponsables del niño.Autoritarismo: el padre/madre/educador se impone por encima del niño y hace valer su voluntad por encima de cualquier cosa imponiendo la sumisión del niño (castigos, gritos, nalgadas…).Sana autoridad o enfoque democrático: el niño reconoce una figura que está por sobre él, que sabe más, por lo que lo puede proteger y le muestra con cariño cuál es el camino correcto (aquí estaría el modelo que propone la Disciplina Positiva).Además, hay un cuarto estilo que desde mi punto de vista es el peor enfoque de todos y desgraciadamente más común de lo que debería ser:Ambivalencia: unos días “vale todo” y otros días hay gritos y castigos sin explicaciones, y sin que el niño comprenda por qué lo que un día está bien, otro día está fatal.Es cierto que hay personas que pueden verse reflejadas en los diferentes estilos educativos, según sea el día. Tampoco hay que culparse amargamente. No somos perfectos y hay días que determinadas situaciones nos sobrepasan (la falta de tiempo y medios para conciliar nos está poniendo realmente difícil el poder ofrecer la educación que quisiéramos a nuestros hijos/as).Lo importante es darnos cuenta de cuándo estamos siendo demasiado autoritarios o permisivos, pedir perdón si hace falta (incluso explicar a nuestros hijos que a veces nos equivocamos), y estar dispuestos a cambiar para hacerlo cada día un poquito mejor.

Los límites son necesarios

Entonces, estamos de acuerdo en el punto de partida, ¿verdad? Los límites son necesarios y además dan seguridad al niño. Deben ser pocos pero muy claros. En la filosofía #holista se habla de tres:Respeto hacia uno mismo (no hacerse daño ni dejar que nos lo hagan).Respeto a los demás (no pegar, morder, tirar del pelo, insultar, etc.).Respeto al ambiente (no romper cosas, no pisar hormigas, no arrancar hojas a las plantas…).¿Te has dado cuenta de que tenemos una tendencia natural de expresar los límites en negativo? Sin embargo, tal y como decíamos al principio del artículo, es muy difícil para nuestro cerebro entender el “no”, porque primero se imagina la acción en sí misma, y luego tiene que interpretar que no se puede hacer, y tratar de comprender el porqué. Complicado, ¿verdad? Pues para un niño menor de tres años es prácticamente imposible. ¿Cómo hacemos entonces?

Intentar explicar siempre los límites en positivo

¿Cuál es la primera frase que nos sale automáticamente si nos encontramos una situación como esta?“¡No saltes en el sofá!”Podemos marcar el límite en positivo, ¿cómo? Explicando al niño lo que sí puede hacer.“Sólo saltamos en el suelo”Y luego preguntando para asegurarnos que lo ha entendido:“¿Dónde podemos saltar?”“En el suelo”.Sé que es muy difícil cambiar el chip. Todo esto es una “carrera de fondo”, pero si vamos incorporando esta manera de actuar a nuestro día a día nos sorprenderán los resultados.Ejemplo 2:¡No puedes entrar a la cocina!Sin embargo, no podemos evitar tener que preparar la cena o la comida para el día siguiente, y nos “estresa” tener que dejar al peque solo unos minutos o en su parque o mantita de juegos, más aún cuando “escuchamos” un silencio misterioso y sabemos que nada bueno está pasando…¿Y si le damos “la vuelta a la tortilla” (nunca mejor dicho) y pensamos en lo que sí podría hacer? ¿Podemos adecuar el ambiente para que haya una zona de seguridad donde el peque pueda jugar tranquilo cerca de nosotros mientras cocinamos?Cuando son muy pequeños podemos adaptar uno de los armarios bajos y poner ahí “cacharritos” de verdad con los que pueda jugar muy entretenido, y cuando son un poco más mayores nada mejor que una Torre de Aprendizaje y que nos acompañen haciendo de pinches. ¿Cómo lo ves

Hacer vs no hacer

Sabemos que los niños pasan por una fase de rebeldía, muy importante para su desarrollo, alrededor de los dos años o incluso antes llegan los temidos “berrinches”, edad que se conoce como los “terrible twos” en el lenguaje anglosajón.Esto hace que de forma natural tiendan a decir que no a todo, y a rechazar órdenes porque se sienten obligados y presionados. Además, no entienden las razones que hay detrás si no nos paramos e invertimos tiempo en intentar explicárselas de una forma adecuada a su edad.Para nosotros puede parecer obvio que no han de meter los dedos en un enchufe porque pueden sufrir una descarga eléctrica pero, ¿por qué tendrían que saberlo ellos?En otras ocasiones el entorno que nos rodea nos puede llegar a decir que el niño “se porta mal para llamar la atención”, o que somos demasiado blandos y “nos está tomando la medida”.Sin embargo, el comportamiento es sólo lo que vemos, la punta del iceberg, pero detrás de una determinada actuación siempre suele haber una creencia errónea y una necesidad. Hay una imagen que lo explica muy bien:Tal y como explica Gregory Walton, el sentido de pertenencia es:

Una palanca psicológica que tiene amplias consecuencias. Nuestros intereses, motivación, salud y felicidad están unidos al sentimiento de que pertenecemos a una comunidad mayor que puede compartir intereses y aspiraciones comunes. Por el contrario, ser excluido puede minar nuestro bienestar, función inmunitaria, rendimiento intelectual y autocontrol.

Por eso es tan importante reflexionar siempre sobre el lenguaje con el que nos dirigimos a los niños, tratar de utilizar expresiones que les involucren, porque ellos en el fondo quieren sentirse capaces de cooperar y contribuir en la familia.Un niño se siente mucho mejor cuando le decimos que haga algo en lugar de que no haga algo, aquí te planteo otro ejercicio de ejemplo y te invito a que lo practiques con tu pareja, a ver cuál de las dos partes se te da mejor.

No hacer:

– No te sientes. – No coloques las manos a los lados. – No cierres la boca. – No abras la boca. – No me mires. – No estés quieto. – No te pongas de pie.

Hacer:

– Ponte de pie. – Levanta la mano. – Cierra la boca. – Siéntete. – Mira a otra persona. – Abre la boca. – Aplaude.¿Cuál es tu conclusión? ¿Sabías lo que podías hacer en la primera parte? ¿Sentiste estrés, torpeza o incomprensión? ¿Y en la segunda parte? ¿Pudiste seguir las indicaciones tranquilamente?A partir de ahora, ¿vas a pararte a pensar un momento antes de que te salga el “no” automático?


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